Chipola tuvo siempre facilidad para el dibujo; le venía en los genes, porque, según contaba él mismo, todos en su casa dibujaban. Un molinense amante del arte, Francisco Abad, que descubrió su talento e intuyó su potencial proyección, fue quien le puso en el camino del conocimiento de los grandes del cómic y de los maestros de la pintura.

En 1973, de la mano de Baldomero Ferrer (Baldo), entra en la agencia de publicidad Ekipo, donde se inicia en el diseño y avanza en el dominio del dibujo gracias a la benéfica influencia de aquel. Chipola se convierte pronto en motor de creatividad de la agencia, hace carteles y diseña campañas de publicidad para las consejerías de Cultura y Educación y también para la Caja de Ahorros Provincial (después Cajamurcia) y para el Ayuntamiento de Murcia.

A finales de los años 70 inicia en el diario La Verdad la publicación de La familia Chipola en formato de tira, que alcanza gran popularidad. Paralelamente practica la viñeta de humor gráfico, siempre incidiendo en la denuncia de injusticias sociales. Sus dibujos son recogidos por la revista Senda del Cómic, El Jueves, La Opinión de Murcia, Noticias Obreras, etc.

En 2005 recopiló sus chistes en su libro “Ahí hay un hombre que dice ¡ay!”.

En 1984 funda la agencia Contraplano, trabajando en los proyectos de imagen y publicidad de las más relevantes empresas e instituciones de la Región. 27 años después, afectada por los cambios tecnológicos y la severa crisis del sector, la empresa se ve obligada a cerrar.

Otra vertiente del compromiso de Chipola fue su colaboración con la HOAC (Hermandad Obrera de Acción Católica), de la que formaba parte, para la cual elaboró los materiales gráficos de catequesis de la diócesis de Cartagena y su larga e intensa colaboración con Jesús Abandonado.

Necesariamente, la creatividad tan fecunda de este artista tenía que estar sustentada en profundos conocimientos de la historia del arte y sus personajes. Era capaz de hablar, deleitando a su auditorio, durante horas sobre aspectos de la obra de los más grandes: Miguel Ángel, Leonardo, Rafael, Sorolla… y de Harold Foster, autor de El príncipe Valiente, o sobre el grafitero Banksy, tan admirados todos por él. Por eso, con el bagaje técnico y teórico acumulado, en algún momento la pintura de caballete tenía que tentarle. Y así fue. Su visión pictórica de la vida se materializó en lienzos que disfrutamos en la galería Chys en 2004 y que denominó Desnudos, sueños y despertares. Al año siguiente llevó a Madrid, a la Fundación Cajamurcia, sus Desnudos y saltimbanquis; En 2005 hizo una encantadora baraja huertana para el diario La Opinión; en 2010 La Puerta Falsa se abrió para sus músicos de jazz, y en 2019 lo hizo también Ámbito Cultural, donde Chipola estuvo recibiendo personalmente a los visitantes y dibujando para ellos.

De nuevo, ahora, la sala Ámbito Cultural, en la que tan buen recuerdo dejó, se abre para un homenaje que le dedicamos sus amigos y su familia, los que le hemos querido y admirado. Hemos entrado en el santuario del pintor. Todo está como él lo dejó. Allí, entre decenas de lienzos y miles de dibujos, sigue su impronta. Ayudados por Irene, su eterno amor, y contagiados por su emoción, hemos elegido para esta exposición una pequeña muestra representativa del universo Chipola, tan cargado de mensaje: La familia Chipola, los niños jugando, mujeres amorosas, ícaros, músicos de jazz, nazarenos…

Ha sido una selección difícil, porque harían falta muchas exposiciones para mostrar todo lo que su talento nos legó.

¡Gracias, Joaquín! Seguro que estás ahora dibujando monigotes sobre los brazos de querubines y serafines.